Mi mejor inversión es el tiempo de dedicado a analizar sus necesidades:
Porque las teorías a veces parecen bonitas, pero la realidad muy diferente.
Porque las mejores teorías se construyen a partir de las experiencias prácticas.
Me acerco al puesto de trabajo, para conocerles mejor y adecuar el programa al tipo de negocio, y al perfil de los participantes.
Pasión por las Personas
Durante demasiado tiempo las culturas organizacionales han alimentado dos tipos de creencias poco realistas: “las emociones hay que dejarlas fuera del trabajo” y “a trabajar hay que venir motivado de casa”. Un tipo de cultura en la que se espera que las personas sean seres fundamentalmente racionales, capaces de controlar sus emociones, de dejar fuera aquellas que socialmente se contemplan como “negativas” y de traer a la empresa los estados emocionales que favorecen el rendimiento organizacional. Una cultura corporativa que olvida que el ser humano es un ser completo, no fragmentado, que piensa y siente dentro y fuera de la empresa, un ser humano que está sometido a una presión emocional que en ocasiones cuesta reconocer, un ser humano que lleva a la organización su propio estado de ánimo, y de regreso a su hogar, lleva a su familia el estado de ánimo profesional.
Hoy en día sabemos que la persona solo aprenderá aquello que pueda integrar, e integrará aquello que puede aplicar tanto en su ámbito personal como en el ámbito profesional, porque la persona, ante todo, es coherente. Es por ello que nuestro enfoque formativo parte en primer lugar de las personas, como seres completos, que piensan, sienten y actúan en coherencia.
Cuerpo, Mente y Emoción
Mi mayor satisfacción es que en cada sesión de formación los participantes puedan incorporar un aprendizaje y generar un cambio. ¿Y qué significa “incorporar” un aprendizaje?
La palara “incorporar” es fruto del prefijo “in-“, que puede traducirse como “hacia el interior”, y el vocablo “corpus”, que es sinónimo de “cuerpo”. Incorporar un aprendizaje implica, por tanto, poner algo nuevo en nuestro propio cuerpo.
Cuando damos la posibilidad a las personas de aprender no solo desde la mente, sino también desde la experiencia, poniendo corporalidad a la habilidad o competencia que necesita desarrollar, estamos facilitando la transformación. Un cambio real, no es solo mental, implica también una forma distinta de moverse, de expresar, y todo ello provoca, de forma paralela, un cambio en el proceso emocional. Cuando nos emocionamos y nos involucramos, aprendemos más.
Es por ello que apostamos por una formación en que las personas, como seres completos, son lo más importante, y los tres dominios son invitados a participar y son tenidos en cuenta.